Museo Thyssen – Bornemisza, Madrid, España

El Museo Thyssen-Bornemisza, es un museo de arte en Madrid, España, situado cerca del Museo del Prado en uno de los principales bulevares de la ciudad. El Museo Thyssen-Bornemisza ofrece a los visitantes una visión general del arte desde el siglo XIII hasta finales del siglo XX. En las casi mil obras expuestas, los visitantes pueden contemplar los grandes períodos y las escuelas pictóricas de arte occidental como el Renacimiento, el Manierismo, el Barroco, el Rococó, el Romanticismo y el arte de los siglos XIX y XX hasta el Pop Art. El museo también presenta obras de algunos movimientos no representados en colecciones de propiedad estatal, como el impresionismo, el fauvismo, el expresionismo alemán y los movimientos vanguardistas experimentales de principios del siglo XX. Además, cuenta con una importante colección de pintura americana del siglo XIX que no se encuentra en ninguna otra institución museística europea.

Con más de 1.600 pinturas, fue una vez la segunda colección privada más grande del mundo después de la Royal Collection británica. Se celebró un concurso para albergar el núcleo de la colección en 1987-88 después de que el Barón Thyssen, habiendo intentado ampliar su Museo en Villa Favorit ‘, buscó un lugar en Europa. Se le conoce como parte del «Triángulo de Oro del Arte», que también incluye las galerías nacionales Prado y Reina Sofía. El Thyssen-Bornemisza llena las lagunas históricas de las colecciones de sus homólogos: en el caso de Prado se incluyen primitivos italianos y obras de las escuelas inglesas, holandesas y alemanas, mientras que en el caso de Reina Sofía se trata de impresionistas, expresionistas y europeos Pinturas americanas del siglo XX.

Aparte de su perspectiva panorámica, la colección del Museo Thyssen-Bornemisza nos ofrece también un vistazo a los gustos y preferencias de las dos personas responsables de su existencia: el barón Heinrich Thyssen-Bornemisza (1875-1947) y el barón Hans Heinrich Thyssen -Bornemisza (1921-2002). Bien versados ​​en la tradición artística centroeuropea, ambos hombres mostraron una particular predilección por los retratos y paisajes. Esto es evidente en las obras del Museo Thyssen-Bornemisza, en contraste con el predominio de las pinturas religiosas e históricas encontradas en otros museos españoles. En 2004, la Colección Carmen Thyssen-Bornemisza fue llevada al Museo, sumando más de doscientas obras que redondean la representación de estilos y géneros ya presentes en la Colección Permanente.

La sede del museo es el Palacio de Villahermosa, en la esquina del paseo del Prado con la carrera de San Jerónimo. Hacia 1805 este edificio del siglo XVIII fue ampliado y reformado en estilo neoclásico por Antonio López Aguado, por encargo de María Manuela Pignatelli y Gonzaga, viuda del XI duque de Villahermosa, Juan Pablo de Aragón-Azlor. Décadas después fue una de las mansiones más prestigiosas de la ciudad. En 1823 sirvió como residencia del duque de Angulema, entonces al mando de los Cien Mil Hijos de San Luis, y años después ganó notoriedad por sus fiestas y veladas culturales: en 1844 acogió dos recitales de piano de Franz Liszt, y fue sede de un Liceo Artístico y Literario en el decenio 1846-56.

Villahermosa conservó sus suntuosos interiores, que incluían un salón de baile y capilla privada, hasta bien entrado el siglo XX, como atestigua un reportaje fotográfico de 1966 en la revista Blanco y Negro. Todo ello se perdió en 1973 cuando el edificio se convirtió en la sede central de la Banca López Quesada: sufrió una agresiva reforma, ejecutada por el arquitecto Fernando Moreno Barberá, que vació el interior reemplazando los grandes salones por oficinas. El banco quebró al cabo de pocos años y en 1980 el palacio pasó a manos del Estado, que lo empleó para albergar varias exposiciones temporales del vecino Museo del Prado, entonces acuciado por necesidades de espacio. Se pensaba en adscribir este edificio al Prado como sede complementaria, presumiblemente para exponer sus cuadros de Goya y del siglo XVIII.

Sin embargo, como parte del acuerdo entre el Estado español y la familia Thyssen, Villahermosa se destinó al nuevo museo y su rehabilitación como pinacoteca fue diseñada por Rafael Moneo. Las mejoras más elogiadas fueron la reordenación interior en salas amplias, el énfasis dado a la luz natural (con lucernarios regulados mediante sensores) y el cambio del acceso principal, que volvía de la Carrera de San Jerónimo a la fachada posterior tal como era en origen. Se entendió que esta entrada era más adecuada para acoger al público porque disponía de jardín propio.

El mármol de los suelos y el estuco en color tostado de las paredes fueron sugeridos por la baronesa Thyssen, Carmen Cervera; una solución estética que suscitó controversia al apartarse de la sobriedad habitual en los museos de nueva construcción. La ambientación colorista y algo ostentosa recuerda a las fundaciones norteamericanas de origen privado: plantas tropicales y un gran tapiz con el escudo de los Thyssen decoran el atrio, flanqueando el colosal lienzo El Paraíso de Tintoretto y esculturas de Rodin. Presiden este recinto sendos retratos de cuerpo entero de los barones y de los reyes de España Juan Carlos I y Sofía (pintados los cuatro por Ricardo Macarrón).

El museo se inauguró el 8 de octubre de 1992, con la presencia de los reyes, y apenas ocho meses después (junio de 1993) el grueso de la colección pasó a ser de propiedad estatal mediante un complejo acuerdo de compraventa. En 2004 el museo se amplió para albergar el núcleo más valioso de la Colección Carmen Thyssen-Bornemisza, mediante la suma de dos edificios colindantes antes pertenecientes a la familia Goyeneche; el primero de ellos mandado construir por el Conde de Guaqui y el segundo por la Duquesa de Goyeneche. Estos edificios fueron reformados por el estudio BOPBAA (Josep Bohigas, Francesc Pla e Iñaki Baquero), y se conectan por un ángulo al Palacio de Villahermosa. Su nueva fachada orientada al jardín es de estilo vanguardista si bien los interiores armonizan, en colores y materiales, con los del primer edificio. Tras cinco años de exhibición por separado, en diciembre de 2009 se anunció que ambas colecciones (la de propiedad estatal y la de Carmen Cervera) se fusionarían en un despliegue unitario en 2010, si bien ello se está demorando y queda pendiente de resolución la permanencia de la segunda colección.

El Palacio de Villahermosa había sido completamente demolido por dentro (salvo la crujía norte, la que da al jardín) y reconstruido durante su etapa como banco, por lo que sus interiores carecían de valor histórico-artístico y pudieron reformarse en profundidad, incorporando la tecnología más moderna. No así los de los dos palacios Goyeneche, que tenían incluso elementos protegidos, como una escalera, y que el Ayuntamiento descatalogó porque de lo contrario no se hubiera podido realizar la reforma. La actual fachada del bloque Goyeneche era previamente una humilde trasera de ladrillo visto que a raíz de la ampliación sumó un recubrimiento de línea minimalista en color blanco.

El fondo artístico empezó a formarse en La Haya hacia 1928, como colección privada del primer barón Thyssen-Bornemisza, Heinrich (1875-1947). Ya anteriormente, hacia 1906-11, su padre August Thyssen (1842-1926) había encargado siete esculturas de mármol a Auguste Rodin. Tras diversos avatares, el segundo barón, Hans Heinrich, recompró seis de ellas en 1956: actualmente cuatro pertenecen a su viuda Carmen Cervera (quien las mantiene expuestas en el atrio del museo) y las dos restantes las recibió su hija Francesca.

En apenas diez años (1928-38) los Thyssen sumaron muchos de sus mejores cuadros antiguos: Durero, Holbein, Baldung Grien, Jan van Eyck, Fra Angelico, Carpaccio, Sebastiano del Piombo, Caravaggio, Frans Hals, Tiepolo… Se dice que la compra de tantas obras maestras fue posible por la gran actividad que vivía el mercado del arte, debido al crack del 29 y la difícil situación en Europa entre las dos guerras mundiales. Muchos aristócratas europeos (como los Barberini y los Spencer) y magnates americanos (como J. P. Morgan, Jr.) tuvieron que vender sus cuadros más preciados, y los Thyssen pudieron adquirirlos a precios razonables. Sin embargo, hay que desmentir que la colección se beneficiase por una presunta proximidad al régimen nazi. Los Thyssen-Bornemisza no residieron en Alemania sino (sucesivamente) en Hungría, Holanda y Suiza; la confusión se explica por la existencia de otra rama de la saga Thyssen (Fritz Thyssen), ajena a los Bornemisza y también dedicada a la industria, que sí apoyó a Hitler en sus inicios.

La colección creció con tal rapidez, que ya en 1930 mereció una exposición en la Neue Pinakothek de Múnich bajo el nombre de Sammlung Schloß Rohoncz (alusivo al antiguo hogar familiar, un castillo húngaro). Esta muestra con más de 400 piezas asombró a los críticos de arte, que desconocían que tantas obras perteneciesen a una sola persona. El I barón solía comprar mediante intermediarios, encubriendo su identidad. Pero la exposición también se vio envuelta en controversia al discutirse la autoría de algunas obras; polémica de la que el principal perjudicado iba a ser el hispanista August L. Mayer, uno de los expertos que habían aconsejado al barón Heinrich en sus adquisiciones.

En 1932 el barón Heinrich adquirió Villa Favorita, una mansión del siglo XVII a orillas del lago de Lugano, en Suiza, que pasó a ser su residencia habitual, y construyó en sus jardines un pabellón o galería con 18 salas para exhibir la colección. Este incipiente museo (privado) se inauguró en 1937, pero tuvo que cerrar sus puertas al estallar la Segunda Guerra Mundial; reabriéndose una década después. A su muerte en 1947, el I barón había reunido unas 525 obras y confiaba en que una fundación velaría por su integridad; pero tres de los cuatro hijos impugnaron el testamento paterno y forzaron el reparto de la colección.

El segundo barón, Hans Heinrich Thyssen-Bornemisza (1921-2002), popular en España gracias a su matrimonio con Carmen Cervera, prosiguió la actividad coleccionista de la familia, tanto con viejos maestros europeos como especialmente con pintura impresionista y moderna, hasta entonces excluida por su padre, de gustos más conservadores. El primer objetivo del nuevo barón fue reunificar la colección paterna, recomprando obras a sus hermanos; perseveró durante décadas y en 1986-88 recuperó la Madonna de la humildad de Fra Angelico (MNAC de Barcelona), La ninfa de la fuente de Lucas Cranach y El jardín del Edén de Jan Brueghel el Viejo. Otras piezas de la familia se dispersaron: la Madonna Haller de Durero terminó en la National Gallery de Washington, Tobías y Ana de Rembrandt ingresó en el Rijksmuseum de Ámsterdam en 1979, y en 1995 se subastaron más de 50 obras de la llamada Colección Bentinck-Thyssen. Entre ellas se contaba otra pintura de Rembrandt, Cupido haciendo pompas de jabón, actualmente en el Museo Liechtenstein de Viena.

A las obras heredadas y recuperadas el barón unió muchas otras a partir de 1956, tanto antiguas como modernas: desde Petrus Christus, Antonello da Messina, Palma el Viejo y El Greco, hasta Van Gogh, Pablo Picasso, Jackson Pollock y Tom Wesselmann. Esta intensa actividad compradora llegó a sumar cien piezas en un solo año; y no solo cuadros: reunía además dibujos y acuarelas (incluyendo figurines de ballet), esculturas, tallas en marfil, objetos de plata, muebles, tapices y alfombras… La Colección Thyssen-Bornemisza era tal vez la privada más valiosa del mundo y sin duda la más variada y completa en pintura occidental, pero su misma envergadura y cuestiones de herencia hacían difícil asegurar su continuidad. El mismo barón confesó que desde principios de la década de 1980 le preocupaba el futuro de la colección.

En 1985 Hans Heinrich Thyssen-Bornemisza se casó con la española Carmen Cervera, con quien compartió su afición por el arte. Acudían juntos a subastas y exposiciones, y la influencia de Carmen sería decisiva para el futuro de la colección, pues hasta entonces los Thyssen tenían una imagen difusa de España. Así, cuando el magnate empezó a deliberar sobre el destino definitivo de sus tesoros, incluyó a Madrid entre las opciones posibles.

Todavía entonces, el barón mantenía su colección repartida en sus varias residencias, sitas en diversos países. Se planteó reunirla y convertirla en una institución estable ampliando para ello la galería de Villa Favorita, que exponía «solo» unas 300 obras antiguas. Se inclinó por un anteproyecto del arquitecto James Stirling; pero resultaba muy costoso y las autoridades suizas no aportaban la ayuda económica esperada. Además, un museo a gran escala, con gastos fijos muy elevados, parecía inviable en Lugano; una localidad poco poblada, lejos de las principales rutas culturales, con escasos hoteles y con carreteras tan malas que muchos turistas preferían desplazarse cruzando el lago en barco. El barón terminó descartando la ampliación y decidió trasladar la colección a otro lugar, por lo que inició una sagaz campaña de «seducción» para captar ofertas y elegir la más favorable.

La Colección Thyssen-Bornemisza gozaba ya entonces de un notable prestigio entre los expertos, debido a que sus obras maestras eran citadas en múltiples libros y participaban en exposiciones; de hecho en 1961 habían merecido una antológica en la National Gallery de Londres. Además el barón ensalzaba el valor de sus tesoros publicando lujosos catálogos razonados. En la década de 1980 Hans Heinrich Thyssen redobló la difusión de la colección prestando selecciones de obras a museos tanto de Europa como de Norteamérica, e incluso colaboró con la Unión Soviética en los años de la Perestroika, intercambiando exposiciones con el Hermitage y el Pushkin. Una muestra de los Thyssen itineró por siete ciudades de Estados Unidos; una selección de pinturas antiguas recaló en París en 1982 y en San Petersburgo en 1987; otra de maestros modernos pasó por la Royal Academy de Londres, el Metropolitan Museum de Nueva York y el Palacio Pitti de Florencia; y en España la Academia de San Fernando y la Biblioteca Nacional mostraron 50 obras antiguas y 117 modernas (respectivamente) en 1986-87.

La noticia de que el barón «cedía» sus cuadros saltó a los medios de comunicación y propició ofertas y contactos más o menos publicitados. Bonn y Londres mostraron su interés, París sugería como sede el Petit Palais, también se rumoreó sobre una oferta japonesa, y se decía que la Fundación Getty de Los Ángeles ofrecía una suma fabulosa: 300 000 millones de pesetas por Villa Favorita y su contenido, que pasarían a ser la sucursal europea del Museo J. Paul Getty. Incluso el parque de atracciones Disneyworld de Orlando (Florida) se interesó por la colección. Los expertos comentaban que era la mayor que subsistía en manos privadas junto con la Royal Collection británica, y de manera insólita buscaba nueva sede. Su valor y atractivo eran indudables: cubría seis siglos de pintura europea con viejos maestros que raramente salían a la venta, desde primitivos italianos y flamencos como Paolo Uccello, Van der Weyden y Memling hasta rococós y románticos como Fragonard, Chardin, Goya y Delacroix. Y no solo eso; la colección contaba también con un repertorio casi completo de los pintores impresionistas (Manet, Monet, Degas, Renoir, Van Gogh), encarecidos exageradamente en los años 80 por el boom de las subastas, a los cuales seguía otro despliegue del mejor arte moderno: Picasso, Dalí, Kandinsky, Pollock, Rothko, Mondrian… Para las ciudades interesadas en enriquecer su patrimonio, esta ocasión era única: suponía sumar a múltiples genios del arte en una sola operación, ahorrando tiempo y dinero. Para España la colección era doblemente importante pues muchos de los artistas incluidos carecían de presencia en las colecciones nacionales, y de varios (como Jan van Eyck y Holbein) no quedaban más obras en el mercado.

Sin embargo, el barón fijaba condiciones muy particulares que no se solventaban solamente con dinero: la Colección Thyssen-Bornemisza debería preservarse como tal, en un museo propio y manteniendo su nombre y su perfil de colección familiar. Ello impedía una hipotética fusión con el Prado y también excluía la oferta millonaria del Museo J. Paul Getty, que simplemente pretendía añadir los cuadros a su propio repertorio. Además, el barón Thyssen rechazaba cualquier acuerdo con el museo californiano porque habían sido rivales en las subastas, al pujar por las mismas obras. Él entendía que ceder sus tesoros a los Getty era asumir una derrota.

Gracias a su matrimonio con Carmen Cervera el barón Thyssen empezó a estrechar lazos con España. Esto ayuda a explicar por qué el gobierno de Felipe González se dirigió a él en 1986. Paradójicamente este primer contacto lo propició una pintura ajena a su colección, La marquesa de Santa Cruz de Goya. Había sido exportada ilegalmente, y el Ministerio de Cultura buscaba patrocinadores para comprarla. El barón recibió en su casa de Daylesford (Inglaterra) a varios intermediarios españoles, que recibieron una respuesta inesperada: él no aportaría dinero para el goya, pero —animado por su esposa— propuso que España albergase la pinacoteca familiar Thyssen-Bornemisza.

Tras un año de discretas negociaciones, el Gobierno español obtuvo la cesión de la colección al ofrecer condiciones difíciles de mejorar: aceptó las que fijaba el barón, y ofreció como sede del museo el Palacio de Villahermosa, un céntrico edificio de valor histórico, vecino al Museo del Prado y con vistas a la Plaza de Neptuno. Se garantizaba así una importante afluencia de público y una proyección internacional. El acuerdo contemplaba que un grupo de obras se depositase en el Monasterio de Pedralbes de Barcelona, en respuesta a un convenio cerrado entre el barón y el alcalde Pasqual Maragall dos años antes.

El «Protocolo de Intenciones» suscrito entre el barón Thyssen-Bornemisza y el Gobierno español en abril de 1988, corroborado en diciembre del mismo año por un «Acuerdo de Arriendo», fue tan atípico que originó un debate en la prensa internacional. Este trato estipulaba el préstamo de una amplia selección de la colección, en régimen de alquiler pagado (cinco millones de dólares al año), para un plazo máximo de nueve años y medio. Dicho plazo no era aleatorio: en España las obras de arte importantes se registran como bienes de interés cultural (BIC) si permanecen diez años en el país, lo que impide su exportación. Los Thyssen fijaron un plazo algo inferior que permitiese un eventual regreso de los cuadros a Suiza. Afortunadamente ello no ocurrió, ya que el objetivo real de ambas partes era que la colección se quedase definitivamente como museo público. La premier británica Margaret Thatcher lamentó el acuerdo español como su mayor fracaso en materia cultural, pues deseaba instalar la colección en el área de Canary Wharf (Londres), una vieja zona portuaria entonces en obras. Dicen que el barón rechazó su oferta porque no le gustaba ese lugar.

El Museo Thyssen-Bornemisza de Madrid abrió sus puertas al público en octubre de 1992, mientras que la exhibición destinada a Barcelona se inauguraría ya en septiembre de 1993, en dos salas del Monasterio de Pedralbes. El contrato de alquiler se había pensado como una fórmula transitoria para comprobar la idoneidad del museo, de modo que tras apenas ocho meses de funcionamiento los Thyssen accedieron a suscribir con el Gobierno español (junio de 1993) la venta de la parte sustancial de la colección: 775 piezas, entre ellas todas las importantes (el llamado «core» indivisible) por un precio de 350 millones de dólares (unos 43. millones de pesetas de la época). De esa cifra se restaban las cantidades ya abonadas como alquiler. La elevada suma provocó discrepancias en el Congreso de los Diputados, si bien la valoración de la colección era muy superior: según la casa de subastas Sotheby’s alcanzaba los 2000 millones de dólares. El acuerdo de compraventa fue noticia en medio mundo y salió en portada en el diario The New York Times,6 siendo generalmente ensalzado como un trato económicamente muy favorable para España, dado el altísimo valor de mercado de las obras. En contra de lo que algunos críticos suponían, el propósito del barón no era lucrarse pues al vender las obras juntas y no subastarlas una a una, perdía dinero. Según explicó, su deseo era asegurar la pervivencia de la colección unida, y de hecho el dinero percibido se repartió inmediatamente entre sus herederos a modo de compensación; así eliminaba posibles reclamaciones como las ocurridas al morir su padre. Junto con la colección adquirida, tanto el museo de Madrid como la subsede de Barcelona expusieron otras piezas aún propiedad de la familia, cedidas en depósito; destaca entre ellas una estatua de mármol de Bernini: San Sebastián (1615).

En el año 2002 el Museo, apostando por el valor educativo de la colección, refuerza la función educativa del Museo con la creación de EducaThyssen.org,7 marca que reúne todas las acciones educacionales de la institución y que depende, con gran autonomía del resto de la institución, del Área de Educación.

En el año 2004 se inauguró una ampliación del Museo, destinada en parte a exhibir una selección de unas 250 obras de la Colección Carmen Thyssen-Bornemisza. Este repertorio no forma parte de la colección permanente adquirida por el Estado y se expone como depósito, mediante un acuerdo de préstamo que ha de renovarse periódicamente. Paralelamente, también en 2004 el conjunto artístico depositado en Pedralbes fue trasladado al MNAC de Barcelona, con lo que captaba más público y reforzaba dicho museo en sus secciones más débiles.

Colecciones:
Sumando a su repertorio propio las obras cedidas en depósito por Carmen Cervera, el Museo Thyssen-Bornemisza de Madrid muestra un millar de piezas. Se exhiben cronológicamente en tres plantas, en orden descendente; desde el gótico italiano del siglo XIII en la planta 2 hasta el arte de la década de 1980 tanto abstracto como figurativo en la planta baja. Ofrecen una panorámica sin interrupciones de los viejos maestros y de prácticamente todas las vanguardias entre el Impresionismo y el Pop art, lo cual es inusual en los museos europeos.

De perfil casi enciclopédico, este museo puede ilustrar por sí solo la evolución de la pintura europea y estadounidense, y además cobra una especial relevancia en el contexto artístico de Madrid por las secciones que complementan al Prado y el Museo Reina Sofía, sobre todo en pintura medieval italiana, renacimiento alemán, barroco holandés, y corrientes internacionales a partir del Realismo. Las secciones de Impresionismo, Expresionismo alemán, Constructivismo ruso y otros movimientos de vanguardia son únicas en la oferta museística de Madrid. De hecho, muchos de los artistas extranjeros del Thyssen, tanto antiguos como modernos, se hallaban ausentes de los museos españoles, del mismo modo que la pintura española anterior al siglo XX cuenta con una corta presencia en este museo.

El repertorio permanente del museo se complementa con un variado programa de exposiciones temporales; tanto grandes muestras con préstamos del exterior como exhibiciones de cámara (llamadas Contextos) que ponen el énfasis en obras del propio museo. Entre las antológicas más ambiciosas, se pueden destacar las de: El Greco (1999), Braque (2002), Gauguin (2004 y 2012), Durero y Cranach (2007-08), Ghirlandaio y el Renacimiento en Florencia (2010), Camille Pissarro (2013), Zurbarán (2015) o Caravaggio y los pintores del norte (2016).

Renacimiento italiano, siglos XIII-XVI:
En las primeras salas de la Planta 2, destacan Cristo y la samaritana de Duccio, una Adoración de los Magos de Luca di Tommè, dos tablas de Bernardo Daddi (una Virgen con el Niño y una pequeña Crucifixión) y el San Pedro de Simone Martini (prestado por Carmen Cervera). Otras piezas importantes de esta época se hallan depositadas en el MNAC de Barcelona; se deben a autores como Taddeo Gaddi, Lorenzo Monaco y Fra Angelico (La Madonna de la humildad).

El Quattrocento italiano cuenta con ejemplos de numerosos maestros inexistentes en el Prado, como Domenico Ghirlandaio con el Retrato de Giovanna Tornabuoni, de 1489-90. Hay pinturas (por lo general de pequeño tamaño) de Benozzo Gozzoli, Piero della Francesca (Retrato de Guidobaldo de Montefeltro), Paolo Uccello (Crucifixión entre santos), Cosimo Tura, Ercole de’Roberti, Marco Zoppo, Bramantino (Cristo resucitado), Antonello da Messina, Alvise Vivarini, Francesco Botticini, Andrea Solario… El imponente Joven caballero en un paisaje (1510) de Vittore Carpaccio es una joya clave y se considera el primer retrato de cuerpo entero y a tamaño natural pintado en Europa. Preside una sala con memorables obras de Gentile y Giovanni Bellini, Palma el Viejo (La bella), Fra Bartolommeo, Bernardino Luini, Piero di Cosimo, Bartolommeo Veneto, Domenico Beccafumi, Bronzino (San Sebastián), Sebastiano del Piombo (Ferry Carondelet y sus secretarios), Tiziano (El dux Francesco Venier)…

Renacimiento alemán: Durero, Holbein…:
El renacimiento alemán cuenta con más de 40 piezas, un conjunto más rico que el del Prado que incluye a Durero (Jesús entre los doctores), Lucas Cranach el Viejo (La ninfa de la fuente) y el famoso Retrato de Enrique VIII de Hans Holbein el Joven, el único retrato del monarca autógrafo de Holbein que subsiste, y en el que estuvo particularmente interesada la National Gallery de Londres. A ellos se añaden una pequeña tabla con El entierro de Cristo de Hans Burgkmair y dos importantes ejemplos de Hans Baldung Grien: Adán y Eva y un Retrato de dama raro en su producción.

Esta sección incluye además un amplio muestrario de retratos pintados por otros artistas: Albrecht Altdorfer, Hans Holbein el Viejo, Christoph Amberger, Michael Wolgemut, Bernhard Strigel, Barthel Beham, Hans Cranach, etc.

Países Bajos, siglos XV y XVI: Van Eyck, Memling…:
Los primitivos flamencos no igualan la riqueza del Prado, aunque aquí se custodia el único ejemplo de Jan Van Eyck en España: Díptico de la Anunciación. Destacan también una pequeña Virgen con el Niño y un Retrato de hombre atribuidos a Rogier van der Weyden, La Virgen del árbol seco de Petrus Christus, una de las escasísimas obras documentadas de Jacques Daret (La Adoración de los Magos), el Retrato de Robert de Masmines que se atribuye a Robert Campin, una Crucifixión juvenil de Gerard David y un soberbio retrato de Hans Memling, cuyo reverso muestra un jarrón de flores con el anagrama de Cristo, lo que constituye un inusual y temprano ejemplo de bodegón. Ya dentro del siglo XVI, se puede citar a Juan de Flandes (Supuesto retrato de Catalina de Aragón), Jan Gossaert (Adán y Eva), Ambrosius Benson, Joachim Patinir, Joos van Cleve (Autorretrato con clavel), Jan van Scorel, Jan Mostaert, Marinus van Reymerswaele (La vocación de san Mateo), Martin van Heemskerck (Mujer hilando), Bernard van Orley, Lucas van Leyden (La partida de cartas) y Antonio Moro (Retrato de Giovanni Battista Castaldo).

De Giulio Romano a Caravaggio y Rubens:
Una galería con vistas al Paseo del Prado está dedicada a retratos: Giulio Romano, Bronzino, Ridolfo Ghirlandaio, Paris Bordone, Veronés, Correggio, Lorenzo Lotto, François Clouet (La carta)… Se exhibe también El rapto de Europa, gran lienzo de Simon Vouet. Salas próximas albergan obras destacadas como un San Jerónimo de Tiziano, Escena pastoril (La parábola del sembrador) de Jacopo Bassano, cuatro lienzos de El Greco (Cristo con la cruz a cuestas, La Inmaculada Concepción y dos Anunciaciones) y la famosa Santa Catalina de Caravaggio, entre otros. De Tintoretto se exhibe aquí una pareja de lienzos bíblicos, a los que hay que sumar el monumental Paraíso colgado en el atrio, que el barón adquirió en 1980. De los barrocos españoles, destacan dos lienzos de José de Ribera (una Piedad de 1633 y San Jerónimo penitente), otros dos de Zurbarán (un Cristo crucificado y una Santa Casilda), uno muy importante de Murillo (La Virgen y el Niño con santa Rosa de Viterbo) y un bodegón de Juan van der Hamen. Rivalizan con autores extranjeros como Valentin de Boulogne, Tommaso Salini, Guercino, Sebastiano Ricci, Mattia Preti, Carlo Maratta, Giulio Carpioni, Francesco Maffei, Antoine Le Nain, Claudio de Lorena, Sébastien Bourdon, Jacques Linard… También están Lot y sus hijas y Santa Cecilia, catalogadas como obras respectivamente de Orazio Gentileschi y de Bernardo Strozzi cuando la colección llegó a España, pero hoy consideradas trabajos de taller.

Para la colección de pintura barroca italiana puede consultarse también anexo:Pintura italiana del Barroco en las colecciones públicas madrileñas.

El fondo flamenco del XVII es relativamente reducido, aunque incluye ejemplos de Rubens como un Retrato de joven dama con rosario y una Venus ante el espejo copiada de Tiziano. Es también relevante el Retrato de Jacques Le Roy de Van Dyck, y además hay obras de Jacob Jordaens (La Sagrada Familia), Cornelis de Vos (Retrato de Antonia Canis), Jan Fyt (Bodegón con manojo de espárragos), Jan Brueghel el Viejo (Tormenta en el mar de Galilea), David Teniers el Joven…

Barroco holandés: Rembrandt, Frans Hals…:
En las últimas salas de la Planta 2 arranca, con una pequeña Adoración de los pastores de Joachim Wtewael, el despliegue de la riquísima colección de pintura holandesa, liderada por Frans Hals y Rembrandt. Un Autorretrato de este último, adquirido en 1976 y que se subestimaba como copia, ha sido autentificado como original suyo. Le rodean autores próximos a su estilo, como Ferdinand Bol y Govert Flinck, así como una pareja de retratos de Gerard Ter Borch. En una sala anexa se reúnen autores tenebristas holandeses y flamencos: Mathias Stomer, Hendrick Terbrugghen (Esaú vendiendo su primogenitura), Michael Sweerts…

La sección holandesa prosigue en la Planta 1, con el Grupo familiar y criado negro en un paisaje, pintura grande y muy relevante de Frans Hals. Le siguen Gerrit van Honthorst (Violinista con copa) y especialistas en escenas de género como Adriaen van Ostade y Jan Steen (Autorretrato), tres bodegones de Willem Kalf, varios paisajes de Jacob Ruysdael, y otros nombres como Ambrosius Bosschaert, Pieter de Hooch (La Sala del Concejo del Ayuntamiento de Ámsterdam), Jan Lievens, Meindert Hobbema, Philips Koninck, Albert Cuyp, Pieter Jansz Saenredam (La iglesia de Santa María de Utrecht), Jan Jansz van de Velde, Arent de Gelder, Nicolaes Maes (El tamborilero desobediente)…

Del Rococó al realismo:
Las Plantas 2 y 1 albergan las obras del siglo XVIII con Watteau (Pierrot contento y El descanso), Boucher (El tocador), Nicolas Lancret (Alegoría de la Tierra), Fragonard (una versión juvenil de El columpio), Jean-François de Troy, Hubert Robert (El templo de Diana en Nimes), Jean-Marc Nattier, Chardin (Bodegón con gato y raya y dos obras más), Pietro Longhi (Las cosquillas), Piazzetta (Retrato de la pintora Giulia Lama), Pittoni (Descanso en la huida a Egipto, El Sacrificio de Polixena) y los Tiepolo: Giambattista, con la monumental Muerte de Jacinto, y su hijo Domenico.

Los grandes maestros del vedutismo veneciano, carentes de presencia en el Museo del Prado, cuentan aquí con un rico repertorio: tres obras de Canaletto, de las que dos son muy importantes dentro de su mejor etapa; otras dos vistas de Francesco Guardi y ejemplos de Bernardo Bellotto y Michele Marieschi. Hay que citar además la pintura inglesa del mismo siglo XVIII, tradicionalmente ignorada en los museos españoles: Gainsborough (Retrato de Sarah Buxton), Thomas Lawrence, Johann Zoffany (La actriz Ann Brown en el papel de Miranda)…

Tres retratos de Goya (El pintor Asensio Juliá, Fernando VII y El tío Paquete) marcan la transición hacia el romanticismo, con pequeños cuadros de Delacroix (El jinete árabe), Géricault y Caspar David Friedrich (Mañana de Pascua), realismo con Corot y Courbet (El arroyo Brème)…

Impresionismo: Manet, Monet, Degas…:
El panorama del siglo XIX culmina con el impresionismo, del que incluye a casi todos los maestros destacados: Manet (Amazona de frente), Renoir (Mujer con sombrilla en un jardín, 1875), Monet (El deshielo en Vétheuil, 1881), Degas (Damas en la sombrerería, Bailarina de verde), Camille Pissarro (los paisajes El bosque de Marly y La calle Saint-Honoré. Efecto de lluvia), Alfred Sisley (La inundación en Port-Marly, 1876), Pierre Bonnard (Retrato de Misia Godebska), Berthe Morisot (El espejo de vestir)…

Postimpresionismo y final de siglo: Van Gogh, Cézanne, Munch…:
Van Gogh cuenta con cuatro obras de distintas etapas, como el óleo La aldea de Les Vessenots en Auvers y el grabado Los comedores de patatas, mientras que Paul Gauguin sólo está presente con un paisaje de sus primeros años, si bien el préstamo de la Colección Carmen Thyssen-Bornemisza aporta un conjunto muy relevante de este artista, con ocho pinturas más y una curiosa escultura en gres. Toulouse-Lautrec está presente con dos gouaches y un raro óleo, La pelirroja con blusa blanca; rivaliza con él Paul Cézanne con el importante lienzo precubista Campesino sentado (1905-06) y un bodegón en acuarela.

El museo cuenta también con ejemplos de otros artistas del cambio de siglo: Edouard Vuillard, el simbolista Gustave Moreau, Ferdinand Hodler, Lovis Corinth, James Ensor (El teatro de máscaras) y Kees van Dongen. Posiblemente los eclipsa (al menos por actual fama) Munch con el lienzo Atardecer. Laura, la hermana del artista (1888).

Pintura estadounidense del XVIII y XIX:
Es llamativo el conjunto de pintura estadounidense de los siglos XVIII y XIX, un área de la Historia del Arte poco conocida en Europa. Incluye ejemplos de Gilbert Stuart, John Singleton Copley, Winslow Homer (tres pinturas y dos acuarelas), Maurice Prendergast, y John Singer Sargent (Retrato de la duquesa de Sutherland). El barón Thyssen reunió estas obras en pocos años, antes de que se elevase su valor; se dice que actualmente resulta difícil sumar ejemplos similares.

Fauvismo: Matisse y Derain:
La sección del siglo XX tiene un protagonismo notable en el Museo Thyssen; cubre amplias lagunas del panorama artístico de Madrid y hay que reiterar que fue enteramente conformada por el barón Hans Heinrich.

El muestrario del fauvismo es muy reducido; Henri Matisse apenas cuenta con un ejemplo menor (Las flores amarillas), si bien hay que destacar un cotizado paisaje londinense de la mejor etapa de André Derain (El puente de Waterloo, 1906).

Alemania: expresionismo y nueva objetividad:
Hay que destacar la abundante muestra de expresionistas alemanes como Ernst Ludwig Kirchner (ocho obras, destacando Calle con buscona vestida de rojo), Emil Nolde, Max Beckmann (Autorretrato con la mano alzada y Quappi vestida de rosa), Franz Marc, Ludwig Meidner, Karl Schmidt-Rottluff, Erich Heckel, etc.

Mención aparte merecen artistas atípicos como Wassily Kandinsky, Lyonel Feininger y Egon Schiele. Los tres cuentan con un variado repertorio, especialmente Kandinsky con diversas pinturas y acuarelas que abarcan desde su etapa figurativa de principios de siglo hasta la abstracción total de los años 20. También el dadaísta Kurt Schwitters cuenta con un buen repertorio: tres ensamblajes, un collage y una pintura.

La nueva objetividad está presente con un importante retrato de Otto Dix (Hugo Erfurth con un perro), dos de Christian Schad y un rico repertorio de George Grosz, con diversas acuarelas y dibujos junto a dos pinturas. Su joya es Metrópolis, obra maestra que fue defenestrada por el régimen nazi como arte degenerado. Por suerte no fue destruida y Grosz la recuperó. También se puede englobar en esta corriente a Oskar Kokoschka, presente con un retrato.

Cubismo y futurismo:
La planta baja del museo cambia el color salmón de las paredes por el blanco, para dedicarse por entero al siglo XX, desde el Cubismo hasta el arte pop y el Hiperrealismo.

Los ejemplos del cubismo analítico de Picasso (Hombre con clarinete, 1911-12) y Georges Braque (Mujer con mandolina, 1910) son muy cotizados, al igual que El fumador de Juan Gris. El repertorio de Picasso no se limita al Cubismo ya que abarca diversas fases del artista, desde su etapa azul a los años 30; baste citar el magistral Arlequín con espejo, el famoso grabado juvenil La comida frugal y un boceto precubista próximo a Las señoritas de Aviñón. El ejemplo picassiano más tardío es una Corrida de toros de 1934. También Juan Gris y Braque cuentan con otras piezas: de Gris se exhibe Botella y frutero (1919) y de Braque un paisaje de 1908-09 y el gran bodegón El mantel rosa de 1938.

Otros artistas más o menos fieles al Cubismo son Robert Delaunay, Sonia Delaunay-Terk, Albert Gleizes, František Kupka, Auguste Herbin, Francis Picabia y Léger, de quien se exhibe la obra La escalera (segundo estado). De las tentativas cubistas de Dalí, se exhibe Pierrot y guitarra (1924); este autor cuenta además con dos importantes óleos surrealistas.

El Futurismo italiano se halla representado por obras de Gino Severini, Giacomo Balla, Fortunato Depero, Umberto Boccioni… El Vorticismo inglés, movimiento del que no subsisten muchas obras, se ilustra con Percy Wyndham Lewis, David Bomberg y Edward Wadsworth.

La vanguardia rusa:
El Museo Thyssen-Bornemisza posee más de veinte obras representativas de varias fases de la vanguardia rusa: neoprimitivismo, rayonismo, constructivismo… Se puede citar (alfabéticamente) a: Yuri Annekov, Ylia Chashnik, Alexandra Exter, Natalia Goncharova, Mijail Larionov (cuatro obras), El Lissitzky, Malevich, Liubov Popova (tres óleos), Olga Rozanova…

Abstracción de entreguerras:
Del grupo De Stijl, tanto Mondrian como Theo van Doesburg se hallan representados en este museo. De Mondrian se exhiben tres pinturas (a destacar New York City, New York) y del segundo otros dos óleos y un gouache. También Vilmos Huszár y Bart van der Leck cuentan con dos obras cada uno.

De la Bauhaus alemana, tanto Oskar Schlemmer como Moholy-Nagy están presentes; del segundo, la Gran pintura del ferrocarril se considera como pieza clave de su aproximación al constructivismo ruso.

Chagall, Paul Klee:
Junto a obras tardías de maestros ya citados, como Kandinsky, Léger y Braque, el Museo Thyssen-Bornemisza exhibe una generosa representación de dos artistas inclasificables, o que al menos no se ajustan a ninguna de las corrientes dominantes en su época: Marc Chagall y Paul Klee. De Chagall hay cuatro obras: un gouache, Desnudo masculino, bastante raro por su tema y por su estilo a caballo entre fauvismo y cubismo; el óleo El gallo (1929) y dos obras importantes de su producción, los óleos La casa gris (1917) y La Virgen de la aldea (1938-42). También Klee cuenta con cuatro ejemplos: Vista de una plaza (1912), Casa giratoria (1921), Bodegón con dado (1923) y Omega 5 (1927). El museo posee así mismo un retrato apenas esbozado de Kiki de Montparnasse realizado por Modigliani.

Surrealismo:
El Surrealismo cuenta con una poderosa presencia en este museo; son apenas unas quince obras, pero por su importancia y variedad constituyen uno de los puntales del fondo moderno. Salvador Dalí es posiblemente el protagonista de este conjunto gracias al icónico lienzo Sueño causado por el vuelo de un abeja alrededor de una granada un segundo antes del despertar (1944). Lo acompaña otra pintura del artista diametralmente opuesta por su colorido oscuro: Gradiva encuentra las ruinas de Antropomorfos (1931).

Otros autores surrealistas con obras importantes son: Paul Delvaux (Mujer ante el espejo, 1936), René Magritte (La llave de los campos, 1936) y Joan Miró (El campesino catalán de la guitarra, 1924). Miró cuenta con otros dos ejemplos: Pintura sobre fondo blanco (1927) y El pájaro relámpago cegado por el fuego de la Luna (1955).

Max Ernst destaca con cuatro obras: Sin título. Dadá (h. 1922), Flor-Concha (1927), la decalcomanía Árbol solitario y árboles conyugales (1940) y el lienzo 33 muchachas buscando una mariposa blanca (1958). Yves Tanguy se halla presente con tres: Muerto acechando a su familia (1927), Todavía y siempre (1942) y Números imaginarios (1954).

EE. UU.: del cubismo al hiperrealismo:
Para la pintura estadounidense el Museo Thyssen constituye una especie de embajada en Europa, ya que esta pinacoteca es posiblemente la única del continente que dispone de un repertorio medianamente completo de la evolución artística de los Estados Unidos, desde los tiempos de la independencia en el siglo XVIII hasta el Expresionismo abstracto, el Pop art y el primer Hiperrealismo de la década de 1960.

En lo tocante al siglo XX, el repertorio americano arranca en las décadas de 1910-20 con Stuart Davis, Charles Demuth, Arthur Dove, Marsden Hartley, John Marin, Charles Sheeler, Max Weber y una de las mayores pintoras del país, Georgia O’Keeffe; el museo posee cuatro obras de ella, tan dispares como la oscura Abstracción (1920) y el luminoso Lirio blanco nº 7 (1957). La vertiente figurativa de mediados de siglo es acaso más popular, gracias a autores como Milton Avery, Ben Shahn, Andrew Wyeth y sobre todo Edward Hopper. El museo cuenta con ejemplos de todos ellos, y de Hopper posee el famoso lienzo Habitación de hotel (1931). Junto con otro pequeño lienzo y una acuarela, conforma un muestrario de este artista posiblemente único en Europa.

El panorama de las últimas décadas va desde la pintura abstracta, tanto de tipo geométrico como de action painting (Jackson Pollock), hasta el pop y el primer hiperrealismo de Richard Estes. Entre los autores pop destacan Richard Lindner (Luna sobre Alabama), Tom Wesselmann (Gran desnudo nº 1), Roy Lichtenstein (Mujer bañándose), Robert Rauschenberg (Express) y James Rosenquist (Vidrio ahumado, 1962). Otros artistas son (en orden alfabético): Josef Albers, Romare Bearden, Joseph Cornell, Arshile Gorky, Hans Hofmann, Willem de Kooning, Morris Louis, Mark Rothko, Frank Stella, Clyfford Still, Mark Tobey…

Europa desde la Segunda Guerra Mundial:
Un retrato del barón Thyssen pintado por Lucian Freud en 1981-82 es la obra más reciente que cuelga en el museo; es una de las cuatro que se exhiben de este cotizadísimo autor. Son uno de los principales atractivos de un repertorio europeo de posguerra, mayormente figurativo.

Entre los autores reunidos, se puede citar a: Michael Andrews, Karel Appel (Caballos salvajes, 1954), Frank Auerbach, Francis Bacon (Retrato de George Dyer en un espejo, 1968), Balthus (La partida de naipes, 1948-50), Willi Baumeister, Lucio Fontana, Alberto Giacometti, Domenico Gnoli, Renato Guttuso, David Hockney (En memoria de Cecchino Bracci, 1962), Ronald Kitaj (El griego de Esmirna (Nicos), 1976-77), Roberto Matta (seis obras), Henry Moore y Nicolas de Staël.

Depósito en Barcelona:
Desde su época fundacional, el Museo Thyssen-Bornemisza mantiene depositada en Barcelona una selección de obras, próximas a sesenta, que se complementan con otras piezas (como tallas religiosas) aún pertenecientes a la familia Thyssen. En 1993 este conjunto se presentó al público instalado en dos salas del Monasterio de Pedralbes, monumento de gran valor histórico y también artístico por los murales medievales que conserva. Se entendió que dicho lugar era el emplazamiento idóneo para esta colección, rica en pintura de primitivos italianos, y al mismo tiempo se confiaba en que el monasterio ganaría flujo turístico. Pero las expectativas no se cumplieron, y en 2004 el depósito Thyssen-Bornemisza se trasladó al centro de Barcelona, al Museo Nacional de Arte de Cataluña (MNAC), donde contribuye a ofrecer una panorámica más completa de la pintura europea.

El repertorio es muy variado: arranca en el arte medieval italiano y llega al siglo XVIII. Especialmente valioso es el conjunto de primitivos italianos, con tablas de Taddeo Gaddi (La Natividad), Barnaba da Modena, Andrea di Bartolo Cini (Cristo camino del Calvario), Bicci di Lorenzo, Lorenzo Monaco (La Virgen y el Niño entre ángeles), Francesco del Cossa, Lorenzo Costa y la célebre Madonna de la Humildad de Fra Angelico.

El siglo XVI incluye ejemplos de grandes maestros italianos como Tiziano (La Virgen con el Niño, Retrato de Antonio Anselmi), Tintoretto (Retrato de un senador veneciano), Veronés (La Anunciación), Dosso Dossi y Lorenzo Lotto. La escuela alemana cuenta con cuatro tablas de Lucas Cranach el Viejo, retratos de Wolf Huber y Hans Müelich y una curiosa escena religiosa de Ulrich Apt.

El barroco de los siglos XVII y XVIII está representado por autores italianos como Ludovico Carracci (La presentación del Niño en el templo), Sebastiano Ricci (La Magdalena confortada por ángeles), Francesco Maffei, Canaletto (El Bucentauro en Venecia), Francesco Guardi, Pietro Longhi, Piazzetta (El sacrificio de Isaac), Gaspare Traversi (El desfallecimiento), Giandomenico Tiepolo (Cristo expulsando a los mercaderes del templo) y Giacomo Ceruti (Grupo de mendigos).

El repertorio depositado en el MNAC incluye además un importante lienzo de Rubens (La Virgen y el Niño con santa Ana y san Juanito), un paisaje del holandés Salomon van Ruysdael y ejemplos más discretos de Zurbarán (Cristo crucificado) y Velázquez (un Retrato de la reina Mariana de Austria que podría ser réplica de taller).